Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal (1900-1970), es una de las máximas novelas de la literatura argentina. Fue publicada en 1948, aunque los primeros capítulos datan de su segundo viaje a Europa, entre 1929 y 1931. Exceptuando el comentario elogioso de Julio Cortázar y alguna que otra voz entusiasta, la obra pasó en principio completamente inadvertida.
El relato se divide en siete partes o "libros", según la terminología del autor: los cinco primeros están narrados en tercera persona. Los libros VI ("El Cuaderno de Tapas Azules") y VII ("Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia"), en cambio, funcionan como apéndices y están contados en primera persona por el personaje central, el poeta Adán Buenosayres, como si fuesen obras suyas.
En efecto, la novela se abre con el entierro de Adán y describe su periplo simbólico por la geografía urbana y arrabalera de un Buenos Aires transfigurado: "...desde su despertar metafísico en el número 303 de la calle Monte Egmont, hasta la medianoche del siguiente día, en que ángeles y demonios pelearon por su alma en Villa Crespo, frente a la iglesia de San Bernardo, ante la figura inmóvil del Cristo de la Mano Rota". Tratándose de un relato con mucho de autobiográfico, al protagonista lo acompañan en algunas de las aventuras amigos y compinches del grupo martinfierrista de los años 20 con nombres en clave (Pereda es Jorge Luis Borges, Tesler es Jacobo Fijman, Schultze es Xul Solar, Bernini es Raúl Scalabrini Ortiz, etc.). Así, la magna obra toca registros impensados que van del humor a la epopeya y de la tragedia al sainete con un lenguaje eximio y por momentos deslumbrante. El propio Marechal declaraba: "Al escribir mi Adán Buenosayres no entendí salirme de la poesía. Desde muy temprano, y basándome en la Poética de Aristóteles, me pareció que todos los géneros literarios eran y deben ser géneros de la poesía, tanto en lo épico, lo dramático y lo lírico. Para mí, la clasificación aristotélica seguía vigente, y si el curso de los siglos había dado fin a ciertas especies literarias, no lo había hecho sin crear 'sucedáneos' de las mismas. Entonces fue cuando me pareció que la novela, género relativamente moderno, no podía ser otra cosa que el 'sucedáneo legítimo' de la antigua epopeya. Con tal intención escribí Adán Buenosayres y lo ajusté a las normas que Aristóteles ha dado al género épico." (Suplemento Cultura y Nación del diario Clarín, 29 de marzo de 1973).
Como en Ulises de James Joyce, las claves pueden rastrearse hasta La Odisea de Homero y la doctrina judeocristiana (Marechal sufrió una crisis espiritual que lo devolvió al catolicismo en 1931), pero el séptimo libro, último y probablemente el más brillante de la novela, el "Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia", es ni más ni menos que una parodia del Infierno de La Divina Comedia de Dante Alighieri, con sus círculos y su Virgilio particular (Schultze) incluidos.
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